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Título : Del Mandubracius del De Bello Gallico de C. Julio César al Endriago del Amadís de Gaula (11 parte)
Autor : Suárez Pallasá, Aquilino 
Palabras clave : ESTUDIO COMPARATIVOMANDUBRACIUSENDRIAGOAmadís de GaulaANALISIS LITERARIO
Fecha de publicación : 1995
Editorial : Pontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de estudios grecolatinos "Prof. F. Nóvoa"
Cita : Suárez Pallasá, A. Del Mandubracius del De bello gallico de C. Julio César al endriago del Amadís de Gaula (11 parte) [en línea]. Stylos. 1995, 4. Disponible en: https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/12183
Resumen : En la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer La ajorca de oro se cuenta que Pedro Alfonso Orellana, incitado por su novia, roba a la Virgen del altar mayor de la catedral de Toledo una ajorca de oro. Lo hace a pesar de sus propias convicciones religiosas, o supersticiosas, y del irresistible terror que lo embarga por el sacrilegio que está cometiendo. Al cabo, consumado el acto: "Ya la presea estaba en su poder; sus dedos crispados la oprimían con una fuerza sobrenatural; sólo restaba huir, huir con ella; pero para esto era preciso abrir los ojos, y Pedro tenía miedo de ver, de ver la imagen, de ver los reyes de las sepulturas~ los demonios de las comisas, los endriagos de los capiteles, las fajas de sombras y los rayos de luz que, semejantes a blancos y gigantescos fantasmas, se movían lentamente en el fondo de las naves, pobladas de rumores temerosos y extraños."]. En la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer La ajorca de oro se cuenta que Pedro Alfonso Orellana, incitado por su novia, roba a la Virgen del altar mayor de la catedral de Toledo una ajorca de oro. Lo hace a pesar de sus propias convicciones religiosas, o supersticiosas, y del irresistible terror que lo embarga por el sacrilegio que está cometiendo. Al cabo, consumado el acto: "Ya la presea estaba en su poder; sus dedos crispados la oprimían con una fuerza sobrenatural; sólo restaba huir, huir con ella; pero para esto era preciso abrir los ojos, y Pedro tenía miedo de ver, de ver la imagen, de ver los reyes de las sepulturas, los demonios de las comisas, los endriagos de los capiteles, las fajas de sombras y los rayos de luz que, semejantes a blancos y gigantescos fantasmas, se movían lentamente en el fondo de las naves, pobladas de rumores temerosos y extraños."]. Los endriagos de los capiteles que menciona el poeta son el resultado de una larga tradición literaria y lingüística y de una evolución igualmente prolongada de formas, en la cual es punto insigne el Quijote. En efecto, Miguel de Cervantes se refiere a ellos en una ocasión en que don Quijote repasa ante Sancho Panza los modelos de los caballeros andantes, Ulises y Eneas, entre los antiguos, pero Amadís de Gaula entre los modernos…
URI : https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/12183
ISSN : 0327-8859 (impreso)
2683-7900 (online)
Disciplina: LITERATURA
Derechos: Acceso abierto
Aparece en las colecciones: STY - 1995 nro. 4

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