Macedonio, precursor de Kafka: inflexiones de una escritura utópica

Abstract

En la literatura argentina de la primera mitad del siglo XX, la obra de Franz Kafka ha sido objeto de múltiples acercamientos, intervenciones críticas que van desde el análisis de sus traducciones hasta el reconocimiento de huellas formales y temáticas en distintos autores. Los modos en que la narrativa de Kafka fue leída y apropiada por Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández dibuja una constelación más o menos definida, donde el problema de la brevedad de los textos, su carácter onírico y la función del humor convergen en una serie de tensiones significativas. Existe un episodio poco estudiado de esa constelación: la presencia del escritor checo –a quien Macedonio ve como modelo de “perfección” literaria (1996: 18-19) y a quien celebra con el codiciado epíteto de “genio” (1976: 109)– en la revista Papeles de Buenos Aires, publicación llevada adelante por Macedonio y sus hijos Adolfo y Jorge de Obieta. La presencia de Kafka en esta revista dialoga (a veces de manera directa, otras veces por vía de alusión crítica) con las reflexiones de Borges acerca de la escritura kafkiana. En esta intersección, emerge no tanto un acuerdo interpretativo como una divergencia sobre la invención literaria y su economía expresiva, sobre la configuración del argumento narrativo y su relación con el afecto. Si Borges resalta el talento de Kafka para edificar atmósferas de pesadilla en relatos breves e indeterminados, organizados en torno a la figura del homo domesticus, insignificante y desamparado ante un orden impersonal que lo encarcela, el crítico anónimo de Papeles de Buenos Aires (presuntamente el propio Macedonio) replica que no es la invención o el asunto lo decisivo en Kafka, sino una emoción singular que articula cada conciencia. Esto lleva a Macedonio a proponer una inversión de valores, que se distancia de la lectura borgeana enfocada en el invención o argumento de Kafka. Fundamentalmente, el arte no existe sin afección, y la afección no surge del contenido de la narración, sino de la intensidad con que la conciencia se aventura en un territorio lindante con el absurdo y el misterio.