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https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/7895
Título: | Un sentido estructurante en el amor sacerdotal | Autor: | Fernández, Víctor Manuel | Palabras clave: | SACERDOTES; AMOR; TEOLOGIA ESPIRITUAL; FORMACION INICIAL; FORMACION PERMANENTE; DIOS | Fecha de publicación: | 1997 | Editorial: | Seminario Diocesano de Zacatecas | Cita: | Fernández, V.M. Un sentido estructurante en el amor sacerdotal [en línea]. Pastores. 1997, 10 Disponible en: https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/7895 | Resumen: | Cuando nos preguntamos por la virtud que mejor caracteriza al cura diocesano, siempre damos la misma respuesta: por ser cristiano debe distinguirlo la caridad, que es la madre, la reina, la raíz de todas las virtudes, y sin la cual no hay mérito alguno1 . Y por ser cura, esa caridad asume determinadas características que nos permiten agregar que se trata de una caridad «pastoral». Pero la caridad tiene ineludible e inseparablemente un doble objeto, Dios y el hermano, de modo que esta nota de «pastoral» tiñe tanto la relación con Dios como la relación con el prójimo. En la relación con Dios se trata de un amor cautivado por la Gracia, por el Dios que es Vida y hace participar al hombre de su vida divina; es un amor agradecido y admirado ante el Dios generoso que se comunica, que salva al hombre. De hecho ya decía Santo Tomás que en Dios la máxima virtud a admirar es la misericordia2 . Y ya que Él salva al hombre particularmente a través de los Sacramentos, este amor a Dios se dirige más expresamente al Dios presente y actuante en los Sacramentos. Es ante todo la Presencia eucarística el manantial donde el cura busca saciar su sed de Dios. Su encuentro de amor, donde renueva el pacto de amistad con Él, es habitualmente la celebración de la Misa. Aunque también lo ama descubriéndolo actuante en los demás Sacramentos, y en la Palabra que administra; o bien en el Orden sagrado, recibido como don de gratuita ternura. La caridad pastoral tiene también otro objeto: el Pueblo. Los hermanos, sí, pero no la simple suma de individuos aislados, sino como los quiere Dios, como Pueblo suyo. El párroco no ama al pequeño grupo de laicos «comprometidos», ni a su mínimo núcleo de dirigidos espirituales que le hacen la corte, y tampoco al reducido porcentaje que asiste a Misa. Ama al Pueblo entero, porque todo ese Pueblo es de Dios. | URI: | https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/7895 | Disciplina: | TEOLOGIA | Derechos: | Acceso Abierto | Fuente: | Pastores. 1997, 10 |
Aparece en las colecciones: | Artículos |
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