El juez y la justicia en San Isidoro : una imagen de aequitas política y pastoral

Abstract

Resumen: Hipótesis, justificación y explicación del tema San Isidoro de Sevilla no es relevante solamente como el creador de las etimologías isidorianas o como el santo de Internet. Es una fuente de datos y misterios para los filólogos, historiadores, sociólogos, filósofos y teólogos. También los médicos, los juristas, los músicos y muchos otros pueden encontrar en él amplio material. En este trabajo partiremos de un interés muy personal: la literatura y la filología y su intersección con la tradición jurídica romana; es decir, dos formas discursivas altamente representativas del desarrollo de la historia occidental. Entre todos los estudios sobre el derecho natural, la justicia, la jurisprudencia y la legalidad en las obras del obispo, hay, sin embargo, un espacio que, sorprendentemente, ha quedado vacío: el “bautismo” de la vieja aequitas latina ―es decir, una justicia que trascendía la letra de la ley y se basaba en principios eternos de justicia e igualdad (Di Pietro 2018)― y su utilización en un proyecto cristiano con facetas religiosas, intelectuales, sociales y políticas. En efecto, abundan las hagiografías, los análisis filológicos y textuales, las historias del derecho romano, pero parece faltar un análisis sistemático y detallado sobre la aequitas en el pensamiento de San Isidoro de Sevilla. Creemos que un estudio profundo del rol que le atribuye a la aequitas en su producción escrita resultaría de suma utilidad para formar un panorama completo de San Isidoro y su tiempo. Al estudiar al obispo que transmitió (y popularizó) la cultura clásica en la Edad Media, a la vez que creaba una teoría original de gobierno, no parece conveniente dejar una laguna en el lugar de uno de los temas sociopolíticos más meditados por el santo. Creemos que San Isidoro presenta la teoría y la praxis de la aequitas con un gobernante-juez (ideal) en mente, como herramienta práctica para lograr un cierto equilibrio en el mundo político y pastoral. Pareciera que su ideal se configura como una aequitas cristiana, a pesar de que la equidad, término de tradición clásica, no recibe un tratamiento sistemático y no es distinguida consistentemente de la justicia, expresión a favor de la cual casi desaparece. El metropolitano de Sevilla ejercía un rol no solamente pastoral y educador, sino también agudamente sociopolítico en el recientemente convertido reino visigodo. Como obispo del siglo VII, era un gobernante temporal, no solamente un intermediario espiritual. Así, tanto su actuación histórica como sus escritos se deben leer dentro del entramado religioso, social, político e intelectual de su tiempo. Para darle un cimiento más estable al turbulento reino de los visigodos, San Isidoro buscó entre los antiguos, los Padres de la Iglesia y la coyuntura histórica los fundamentos y propuso un nuevo sistema simbiótico entre Iglesia y Estado, basado en la concordancia en la meta: la salvación de las almas. Para esto, sin embargo, la paz y la prosperidad terrenales eran, si no necesarias, sí altamente beneficiosas. El autor, entonces, deseaba fomentar la estabilidad del reino, meta nada fácil en épocas de una nobleza turbulenta y dos pueblos, el hispanorromano y el visigodo, que todavía no definían su relación e identidad. La justicia (en toda su polivalencia) es aquí central. La funcionalidad del reino es imposible sin una justicia eficiente y, valga la redundancia, justa. La santificación del Estado, o su justificación religiosa, solamente es posible si esta justicia es guiada por las leyes y la fe. Consecuentemente, San Isidoro se detiene frecuentemente sobre qué es la justicia para el cristiano, qué constituye al hombre justo (santo o pius, en el sentido bíblico, pero también en la acepción más restringida de dar a cada uno lo suyo), cómo fueron y cómo son las instituciones de la justicia, los juicios, etc., y especialmente sobre las obligaciones de los gobernantes (en particular los monarcas) de actuar con justicia y misericordia, en otras palabras, con equidad, término que unas veces se confunde semánticamente con la justicia y otras veces es una especie de “super-justicia” equilibrada por las demás virtudes. En sus Sententiae atribuye a Dios la perfecta equidad al juzgar (Sent. I.3.6) y pide que el hombre que juzga lleve la justicia y la misericordia con libramen (“equilibrio, balance”), a imitación de Dios, para corregir per aequitatem (Sent. III.52.4). Interesantemente, San Isidoro también declara que las virtutes regiae son principalmente dos: iustitia et pietas. Esta intersección entre el derecho divino-natural y el gobierno humano, en búsqueda de un anhelado equilibrio (con Dios como principio y fin), será uno de los principales puntos que analizaremos. Nuestro análisis se realizará principalmente sobre tres obras: las Etimologías (Etymologiae o Etymologiarum sive originum), la gran obra del obispo sevillano que condensa en veinte libros todos los conocimientos del mundo antiguo, clasificados según temas generales, usando la forma de las palabras como llave a la denominación en sí misma y a la cosa detrás (Díaz y Díaz, 2004, p. 163); las Sentencias (Sententiae), su obra cumbre en el plano espiritual (Díaz y Díaz, 2004, pp. 134-135), que en tres libros recorre la fe cristiana y los fundamentos de la Iglesia, la vida moral y la vida social; y los Sinónimos o Soliloquios (Synonyma), un texto en dos libros que desarrollan retóricamente el dolor de los pecados, según una estructura basada en la perífrasis, la variación y la analogía. Buscaremos ofrecer un análisis sistemático de la aequitas en el pensamiento de San Isidoro, partiendo de un estudio detenido de la situación histórica, la tradición legal y las fuentes bíblicas, clásicas y patrísticas. Estudiaremos la definición de su juez ideal, que puede ser laico o religioso, noble, obispo o rey, en relación con sus funciones morales y civiles y su orientación hacia una meta: la paz del reino temporal en beneficio de la salvación espiritual.