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Campo DC Valor Lengua/Idioma
dc.contributor.authorVerdera, Hugo Albertoes
dc.contributor.otherPontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras ; Sociedad Tomista Argentinaes
dc.contributor.otherSemana Tomista: Naturaleza, Cultura Y Gracia (42ª : 2017 : Buenos Aires)es
dc.date.accessioned2024-08-22T11:58:15Z-
dc.date.available2024-08-22T11:58:15Z-
dc.date.issued2017-
dc.identifier.urihttps://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/18596-
dc.description.abstractEs imposible negar que existió una “cultura católica” y, al mismo tiempo, negar que aparece contemporáneamente como “destruida”. Para comprender esta afirmación, debemos preguntarnos qué se entiende por “cultura” y qué por “cultura católica”. La palabra cultura (perteneciente al verbo latino colo, colere, cultivar) significa etimológicamente “cultivo”. La cultura es, ante todo, una labranza o laboreo. Es también el mejor resultado de ese esfuerzo conseguido a través del tiempo por los diferentes pueblos. Cultura, en su definición verbal-etimológica, es, pues, educación, formación, desarrollo o perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del hombre; y en su reflejo objetivo, cultura es el mundo propio del hombre; el conjunto de maneras de pensar y de vivir, cultivadas, que suelen designarse con el nombre de civilización. La cultura deja de ser cultura cuando se aparta de la premisa fundamental que es la de propender a la elevación del espíritu del hombre, a su obligación de mejorar su condición y a su cometido principal que es honrar la vida humana, en todas sus dimensiones constitutivas. Así, nos enseña ya el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral Gaudium et Spes1 . Y el Evangelio es la más eminente forma de cultura porque integra todos los esfuerzos y posibilidades humanas para que el hombre vaya llegando a ser lo que está llamado a ser: icono, imagen de Dios. Y Jesucristo, que representa los más altos valores humanos, es el innegable patrimonio cultural de la humanidad. Esto implica una consecuencia vital: todos los católicos que, como tales, deben evangelizar, es decir, todos aquellos cristianos hoy denominados “agentes de evangelización”, debemos, en fidelidad al Evangelio y en perfecta comunión con el auténtico Magisterio de la Iglesia, cumplir nuestra misión decididamente y trasmitir luz, certezas, seguridad. Evitar, pues, todas las fórmulas equívocas o deletéreas; liberar el lenguaje de esas inexactitudes, tergiversaciones y maliciosos abusos que suelen hacerle los intereses disimulados, y aun descarados, de muchos sectores de la sociedad. La manipulación de las palabras se convierte en mentira porque oculta la verdad y es grave hipocresía. Por la historia de la cultura sabemos que los límites u horizontes del lenguaje, son los límites u horizontes del mundo.es
dc.formatapplication/pdfes
dc.language.isospaes
dc.rightsAtribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/*
dc.sourceSemana Tomista: Naturaleza, Cultura Y Gracia (42ª : 2017 : Buenos Aires)es
dc.subjectIGLESIA CATOLICAes
dc.subjectRELIGION CATOLICAes
dc.subjectCRISISes
dc.subjectCULTURAes
dc.titleLa crisis de la cultura católica, hoyes
dc.typeDocumento de conferenciaes
uca.disciplinaFILOSOFIAes
uca.issnrd0es
uca.affiliationFil: Verdera, Hugo Alberto. Pontificia Universidad Católica Argentina; Argentinaes
uca.versionpublishedVersiones
item.fulltextWith Fulltext-
item.languageiso639-1es-
item.grantfulltextopen-
Aparece en las colecciones: Semana Tomista 2017 XLII - Naturaleza, Cultura y Gracia
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