Programa de Estudios Audiovisuales (PEA)

El Programa de Estudios Audiovisuales es congruente con el interés teórico y práctico expresado en los contenidos de los planes de estudios de las carreras de grado y de posgrado de Comunicación, y en particular se articula con la Maestría en Comunicación Audiovisual (MaCA), el único posgrado en Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales.

Como consecuencia de la apertura de nuevas carreras y espacios de formación universitaria vinculados con la producción audiovisual, y en particular a partir del éxito nacional e internacional del Nuevo Cine Argentino, los discursos audiovisuales (cine, ficción televisiva, documentales, series, etc.) se han vuelto un objeto cada vez más relevante para las ciencias sociales en la Argentina en los últimos 25 años. Los film studies –denominación que no tiene un correlato consensuado en castellano, aunque podríamos hablar de estudios sobre cine, o mejor, estudios audiovisuales– son un campo en plena consolidación dentro de los estudios culturales en la Argentina.

Los discursos audiovisuales se constituyen como un objeto de estudio interdisciplinario para las ciencias sociales, en particular a partir de su inserción en el campo de los estudios culturales, que se nutren de los aportes teóricos y metodológicos de la sociología de la cultura, la narratología, la semiótica, la estética cinematográfica, el análisis del discurso, la antropología, la ciencia política, la teoría literaria y la teoría social, entre otras disciplinas. Los estudios culturales –o, más específicamente, los estudios audiovisuales– permiten poner a los textos audiovisuales en diálogo con su contexto a partir de la mediación de la teoría –declinada en singular y sin especificativo, precisamente por su carácter interdisciplinario–, ya que esta ofrece claves de lectura para poner en relación los elementos textuales y la realidad extratextual.

A diferencia de otros abordajes posibles –como el estrictamente estético o el de la historia del arte–, los estudios culturales se aproximan a los discursos audiovisuales a partir de una construcción específica de dicho objeto. No obstante, el estudio social de los discursos audiovisuales no puede perder de vista la dimensión formal de los textos: el análisis de la imagen, el montaje, la banda sonora, los procedimientos narrativos, etcétera. En otras palabras, la construcción del objeto tiene que ser interdisciplinaria para eludir el riesgo del “reduccionismo contenidista” (Tranchini, 2010), puesto que no hay significación independiente de la forma.

Analizar los discursos audiovisuales desde los estudios culturales no implica dejar de lado la dimensión estética, como lo advirtió Sarlo: “La cuestión estética no puede ser ignorada sin que se pierda algo significativo. Porque si ignoramos la cuestión estética estaríamos perdiendo el objeto que los estudios culturales están tratando de construir (como objeto diferente de la cultura en términos antropológicos)” (1997: 37). La dimensión formal, que permite distinguir cierto valor de una película o una serie frente a otra, y que en consecuencia avala la sedimentación de un posible canon, resulta crucial en el abordaje del objeto, en contra de posiciones relativistas o de planteamientos sociológicos que solo atienden a fenómenos de relevancia cuantitativa (los tanques de Hollwyood, los best sellers).

Retomando los aportes de Wellek y Warren (1985) en el terreno de la teoría literaria, podemos señalar que toda ficción (tanto literaria como audiovisual) implica una forma de conocimiento: la “verdad” de una narración artística no es de orden referencial, no se juega en su correspondencia con determinados hechos, sino en su concepción del mundo (Weltanschauung). La verdad de la ficción no puede entonces definirse a partir de una relación de fidelidad a un referente, sino más bien como la posibilidad del arte de captar el “tono” o el “espíritu” de una época, es decir, cierto estado de la imaginación (Link, 2003). Por otra parte, Wellek y Warren señalan que la ficción también tiene otra función: permite “hacernos percibir lo que vemos, hacernos imaginar lo que ya sabemos conceptual o prácticamente” (1985: 41). En otras palabras, la ficción habilita una nueva percepción de lo real.

En términos de Rancière (2010), la ficción audiovisual (como la literaria) participa de la redefinición del reparto de lo sensible. Las narraciones audiovisuales interesan al estudio de lo social porque en ellas pueden reconocerse “configuraciones nuevas de lo visible, de lo decible y de lo pensable, y, por eso mismo, un paisaje nuevo de lo posible” (2010: 103). Toda ficción supone un modo de pensar y un modo de ver; la ficción es portadora de una mirada sobre la sociedad, y por lo tanto es capaz de transformar la mirada del sujeto espectador: allí radica, para Rancière, la potencia política del arte.

Los estudios audiovisuales apuntan a leer en los textos las condiciones sociales, el estatuto del arte y las configuraciones políticas que atraviesan un determinado contexto espacio temporal. En este sentido, el texto audiovisual puede entenderse como un entramado de formas y significados en el que entran en tensión lo nacional y lo global, así como el presente y el pasado, la ficción y lo real, lo subjetivo y lo objetivo, la Historia y la vida cotidiana, la estética y la política. Preferimos la categoría de estudios audiovisuales –frente a otras como estudios fílmicos o estudios sobre cine– porque entendemos que resulta más pertinente para esta etapa caracterizada por el fin del celuloide (el “fílmico” propiamente dicho), la redefinición de la televisión, la transversalidad y ubicuidad de lo audiovisual, y la convergencia de los distintos formatos audiovisuales en los dispositivos digitales.
Ciudad
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
País
Argentina